Hoy quiero que hablemos de algo que a menudo se nos escapa en el ajetreo diario, de esa chispa que llevamos dentro y que, por alguna razón, a veces olvidamos encender. Hablemos de el poder que hay en ti.
No me refiero a superpoderes de película, no. Me refiero a esa fuerza interna que te impulsa a levantarte cada mañana, incluso cuando la cama te susurra promesas. Me refiero a esa capacidad innata que tienes para aprender, para adaptarte, para amar, para crear. Es esa energía pura que reside en el núcleo de tu ser, esperando a ser reconocida y liberada.
¿Alguna vez te has detenido a pensar en la cantidad de veces que, ante una pared, en lugar de rendirte, has buscado una grieta, un atajo, una forma de escalarla o incluso de derribarla? Eso, amigo mío, es el poder en acción. No es algo que te den, es algo que tienes. Siempre lo has tenido.
Piensa en ese momento en el que superaste algo que te parecía insuperable. ¿Te acuerdas de esa sensación? Esa mezcla de alivio, orgullo y una especie de comprensión profunda: "¡Vaya, yo pude con esto!". Esa es la confirmación tangible del poder que reside en ti. A veces, lo llamamos resiliencia, otras, valentía, incluso terquedad. Pero en el fondo, es esa fuerza interna que se niega a ser doblegada.
Vivimos en un mundo que, a menudo, nos dice que necesitamos más. Más cosas, más éxito, más validación externa. Y sí, es natural buscar crecer y mejorar. Pero ¿qué pasa si te dijera que la mayor fuente de todo eso no está ahí fuera, sino aquí dentro? El poder que hay en ti es tu motor principal, tu fuente inagotable de recursos. Es la capacidad de gestionar tu propia energía, de elegir tu reacción ante lo que la vida te lanza.
Sé que a veces se siente como si te faltara algo, como si necesitaras un "empujoncito" de alguien más para creer en ti. Y sí, el apoyo externo es valioso, pero ese impulso genuino, ese fuego interno que te mantiene avanzando cuando nadie te ve, es lo que realmente marca la diferencia. Es la voz interior que te dice: "Sigue intentándolo, lo vas a conseguir".
Despertar ese poder no requiere rituales complejos ni fórmulas secretas. Empieza con pequeños actos de auto-observación consciente. ¿Qué te entusiasma? ¿Qué te apasiona? ¿Qué te duele o te incomoda? Reconocer estas emociones, estos impulsos, es el primer paso para entender qué es lo que te mueve y cómo puedes canalizarlo.
No se trata de ser perfecto. De hecho, la imperfección es parte esencial de este viaje. Las caídas, los errores, los momentos de duda… son tan valiosos como los éxitos. Son el campo de entrenamiento de tu poder interior. Cada vez que te levantas después de caer, tu fuerza se fortalece. Cada vez que aprendes de un error, tu sabiduría se expande.
Así que, la próxima vez que te enfrentes a un desafío, a una decisión difícil, o simplemente sientas que la rutina te está ahogando, recuerda esto: tienes el poder en ti. Ese poder que te ha sacado de situaciones difíciles antes, que te ha permitido aprender y crecer, que te ha hecho quien eres hoy.
Invítalo a la conversación. Escucha esa voz sabia y poderosa que habita en tu interior. Confía en ella. Y lo más importante, atrévete a usarlo. El mundo no necesita que seas alguien más, necesita que seas más tú. Y para eso, solo necesitas despertar el gigante que ya reside en tu corazón.
¿Estás listo para encenderlo? Yo sí.